del campo al museo etnográfico
Las 1.300 utopías de los palomares leoneses
Irma Basarte realiza el inventario más completo y actual de las ‘casas rurales’ de las palomas y hace un llamamiento a su conservación y protección para salvar un patrimonio de origen ancestral muy arraigado en la provincia de León .
ana gaitero | león
Lo
que empezó como una nota utópica en su blog se ha convertido en el
inventario más completo de palomares leoneses. Una obra con la que ha
pateado León en los últimos siete años y que, a falta de un 10% de
trabajo de campo, ha anotado la existencia, en pie o a punto de la
ruina, de 1.300 ejemplares a lo largo y ancho del territorio provincial.
Es
la primera fase de un ambicioso trabajo que incluye «grabar a los
paisanos», recoger los testimonios de los propietarios más antiguos para
conservar la memoria de lo que significaron estas ancestrales
construcciones en las economías agrarias locales. Falta el tiempo y los
recursos porque todo lo que ha hecho Irma Basarte Diez, fundadora de la
Asociación de Amigos de los Palomares de León, ha salido de su tiempo
libre y de su esfuerzo personal. «Nadie me ha subvencionado nada, pero
no tengo problema», aclara.
Los palomares salieron de ‘La utopía
del día a día’, nombre de su publicación en Internet, para convertirse
en utopías esparcidas por toda la provincia. La publicación de Santiago
Díez Anta, un ingeniero agrónomo que se interesó como nadie en León por
los palomares, fue su guía inicial. «Jesús Celis, del ILC, fue quien me
habló de don Santiago».
«Al pasar junto a estas joyas de la
arquitectura popular leonesa, obsérvenlos con atención porque tal vez
estén contemplando los últimos palomares de esta provincia», escribió el
ingeniero hace casi tres décadas. «Falta un estudio y catalogación de
los palomares», alertó. Anta realizó un inventario básico por pueblos y
comarcas, del que se desprende que había entre 1.400 y 1.500 palomares
en casi 300 pueblos de la provincia localizados sobre todo al sur de la
capital y en las comarcas de Astorga, La Bañeza, La Cabrera y el Bierzo.
No
obstante, también localizó ejemplares curiosos en Omaña, como el
palomar de Bonella. Este es uno de los favoritos de quien sigue sus
pasos 35 años después. «Es el pueblo de mi madre», señala Irma Basarte
Diez, la utópica que se ha convertido en la defensora de los palomares
leoneses, arropada en su momento por la etnógrafa Concha Casado Lobato
(León. 1920-2016), que aceptó ser presidenta de honor de la asociación.
«Concha
Casado además de ser defensora de la arquitectura popular, impulsó la
restauración de los palomares de Cabrera», añade, a través de la
Asociación de Amigos de La Cabrera. Los palomares cabreireses son de los
más pequeños de la provincia y además de su forma circular destacan por
su adaptación a la topografía, al estar construidos sobre laderas.
Destacan sus tejadillos de pizarra negros sobre las construcciones
pintadas de blanco.
Por el trabajo de Basarte se sabe que el
palomar más antiguo de la provincia, que esté fechado, es el del
monasterio de Carracedo, fechado en 1769. O que el más alto está en
Mansilla de las Mulas y destaca por su torre de diez metros. Y que el
más grande es uno que aún se conserva en Villacelama, con un cuerda o
perímetro de 55,8 metros.
La mayor parte son de barro, hechos de
tapial y adobe, pero también los hay de piedra y alguno hay que es de
ladrillo. En cuanto a las formas, las hay muy variadas: circulares con o
sin patio, rectangulares con o sin patio, cuadrados y poligonales, como
el octogonal de Reliegos.
Muchos están coronados por troneras o
sus tejados aparecen decorados con pináculos, cenefas o filigranas, o
bien presentan formas que recuerdan a las construcciones orientales,
como las pagodas chinas. Se cree que estos detalles son influencias del
gusto por lo oriental que se propagó en España durante el siglo XIX.
La
existencia de los palomares en León data, como mínimo, de época romana
pues puede que ya los astures practicaran la cría de palomas. En este
sentido Díez Anta, señala que Plinio a su paso por estas tierras del
noroeste peninsular se sorprendió por la «existencia de torres y
atalayas de barro de gran antigüedad» que bien pudieran ser palomares.
Los
palomares llegaron a tener tal importancia, pero a la vez eran tan
vulnerables al saqueo, que el rey Enrique IV concedió una ley para
protegerlos en las Cortes de Castilla y León celebradas en Salamanca en
1465.Eran propiedad de los más pudientes.
La cría del pichón, que
tuvo un valor gastronómico en España hasta finales del siglo XX, no era
el único recurso que se obtenía del palomar. Además, estaban la
palomina, que se usaba como abono para las tierras, y el plumón, que
también tenía salida como relleno de almohadas, entre otras cosas.
Riqueza inmaterial son los topónimos, vocablos y descripciones asociados
a estas construcciones.
La despoblación, las concentraciones
parcelarias y el cambio de los usos agrarios (las cosechadoras se llevan
todo lo que antes era aprovechado en las tierras para las palomas y el
uso de fertilizantes) además de la amenaza de las escopetas que ya
denunció Santiago Díez Anta, han dejado los palomares sin sus milenarias
habitantes y las construcciones, que requieren cuidados constantes, al
albur de las inclemencias y del paso del tiempo. Para conservar este
patrimonio Irma Basarte ve necesario que las ayudas del Instituto Leonés
de Cultura para la conservación del patrimonio se abran a particulares
porque, tal y como están, «sólo pueden optar a ellas juntas vecinales o
ayuntamientos y los palomares en el 99% de los casos son de propiedad
particular», precisa.
Sólo el palomar de Carracedo, recientemente
restaurado con una donación de 24.000 euros de un matrimonio holandés a
la Asociación de Amigos de los Palomares, y el del monasterio de
Sandoval, cedido por 25 años a la junta vecinal de Villaverde de
Sandoval, en el municipio de Mansilla Mayor, «pueden optar a estas
ayudas con la normativa actual», precisa.
Así se lo espetó al
presidente de la Diputación, Juan Martínez Majo, al inaugurar la
exposición Palomares de León. Utopía en camino compuesta de fotografías,
maquetas, unos nidales de adobe trasladados ad hoc y la reproducción
del interior de un palomar, a modo de laberinto, que acoge el Museo
Etnográfico Provincial hasta el 27 de junio.
Irma Basarte decidió
invertir en estas fotografías los 1.500 euros del premio Palacio de
Canedo a la restauración del patrimonio del Bierzo por la recuperación
del palomar de Carracedo, que concedió a la asociación la Fundación
Prada a Tope el año pasado. El palomar, que estaba en el limbo en cuanto
a propiedad, ha pasado a ser patrimonio municipal. Ahora el
Ayuntamiento de Carracedelo se ha comprometido a conservarlo y a que
esté habitado por palomas.
Utopía tras utopía, ahora su reto es
que cada uno de los 1.300 palomares que se conservan en León, algunos en
franca ruina, sean restaurados y vuelvan a ser repoblados por parejas
de palomas. «Dicen que la carne de pichón es exquisita y si los
restaurantes se involucraran podría ser un revulsivo para volver a
repoblar palomares. En Palencia ya hay restaurantes con el pichón como
plato estrella», afirma.
Ella y su pareja, Miguel Pastrana
Bermejo, pieza clave en la asociación y en el proyecto, también han
querido poner su granito de arena a la conservación de los palomares.
«Compramos uno en Santas Martas, lo restauramos y tenemos algunas
parejas de palomas. Estamos muy orgullosos», comenta.
«Su
exclusión del actual sistema de producción y mercado ha dado como
resultado un generalizado deterioro de su estado de conservación, por lo
que esta seña del paisaje se está viendo abocada a su desaparición de
no ser por las utopías», comenta José Ramón Ortiz, director del Museo
Etnográfico Provincial.
La exposición pretende sensibilizar a la
población y exigir a los poderes sociales su conservación y restauración
como «seña de identidad cultural y paisajística popular, de elementos
no sólo de valor funcional sino patrimonial, histórico y cultural como
son los palomares tradicionales de León», señala Ortiz.
A la
exposición no le falta un toque lúdico, con el laberinto de nidales, y
un guiño al palomar que fue la famosa ‘Mezquita de Ben-i-Mea’ en el
corazón de León.
Publicado en el Diario de León
Irma Basarte10.-