Las actuales razas de palomas domésticas descienden de la paloma
salvaje (Columba livia), considerada como el origen de casi todas las
razas domésticas que ha ido creándose a lo largo de muchos siglos de
cría y selección, en tipos tan distintos en colores, talla y aspecto
general, superando en más de 150 las razas conocidas y estandarizadas.
Paloma doméstica. Imagen: Miguel Ángel Madrid Gómez
La ‘plantilla’ de palomas utilizadas para la producción de carne en
Tierra de Campos, se mueve en una mezcla entre la bravía, también
llamada paloma de roca, y la zurita, más característica de la zona. Las
diferencias entre ambas son muy sutiles, con una envergadura de ala en
ejemplares adultos que ronda entre los 60 y los 70 centímetros y un peso
aproximado de 300 gramos. El color de la bravía es gris azulado con dos
anchas bandas negras sobre las rémiges secundarias y otra raya negra al
final de la cola, además de reflejos verdes y rojizos brillantes a
ambos lados del cuello; mientras que la zurita tiene un color gris
oscuro, con ausencia total de blanco, y rayas de ala muy cortas e
interrumpidas.
Los enemigos
El enemigo principal de las construcciones, de los palomares, es el
simple paso del tiempo, la lluvia y el viento que erosionan el barro si
no se le aplica una capa de barro (encapachar) o se repasa las goteras y
la recolocación de las tejas de la cubierta (retejar). El propio
declive de los pueblos, la despoblación del mundo rural, el éxodo de sus
gentes, ha provocado que los palomares vayan yéndose al suelo
paulatinamente. Si hubiera que decirlo a modo de parábola del Evangelio:
‘Tierra son y en tierra se convertirán’.
Las actuales razas de palomas domésticas descienden de la salvaje
(Columba livia)
Los cultivos extensivos también han hecho mucho daño a las palomas y a
sus ‘viviendas’, con reconcentraciones parcelarias que han dejado las
construcciones aisladas a su suerte. Las mismas cosechadoras barren
literalmente las espigas sin dejar poco o nada de restos de cereal para
picotear. Por quedar no quedan ni muelos (montones) de grano en las eras
del pueblo, dado que ya no se trilla ni se realizan las labores de
recogida de antaño. Lo normal es que del remolque o el camión, que
esperan a que las tolvas de las cosechadoras se llenen, vaya el grano
directamente a los almacenes, dejando a las aves huérfanas del alimento
esencial.
Otro enemigo claro de la paloma es el cazador desalmado, escopetero
más bien. No el cazador que dispara al ave en campo abierto cuando trata
de alimentarse en las fincas de labor, sino el que, frustrado por no
llevarse otra pieza a la percha o al morral, se apuesta junto al palomar
de turno para disparar al bando a la salida o a la entrada de la
edificación, una práctica censurable y totalmente prohibida que puede
acarrear duras sanciones por contravenir la Ley de Caza de Castilla y
León.
2018, el Año de la Lechuza
Pero la mayor amenaza de las palomas está en el propio campo que
frecuentan como animales libres que son, aunque al final sea una
semi-libertad controlada. “Todos los herbicidas, pesticidas y demás idas
y abonos que se echan nos lo devuelve el campo de una u otra forma, a
través del agua o en este caso de los animales que se alimentan. Hay
muchas palomas que mueren de toda la mierda que se echa”, explica Irma.
Por eso es muy importante de forma periódica limpiar de excrementos
(palomina) nuestro palomar y desinfectarlo convenientemente.
Hablando de los enemigos de las propias palomas, comenzaríamos con
las enfermedades comunes para las aves y gallináceas, como es la temida
cocidiosis intestinal. Otra afección común en las palomas es el virus
MPV-1, también conocido como Newcastle, que requiere de vacunación
obligada para evitar el contagio. Para tratar algunas de estas
enfermedades se opta por cerrar las salidas del palomar, generalmente de
noche, para aplicarles el tratamiento en el agua durante uno o varios
días, acompañando de comida, para lo que se aprovecha el momento de la
dormidera.
Y también tienen enemigos naturales nuestras palomas, predadores
alados como el halcón peregrino, que los hay en la comarca (lo
revisaremos en un futuro reportaje). Precisamente se solían construir
los palomares no muy cerca de arboledas para evitar que estos predadores
estuvieran al acecho y dieran captura a las palomas al entrar o al
salir de sus moradas. De todos modos, las palomas que suelen capturar
los halcones suelen ser los ejemplares más débiles, por lo que
interviene en este caso la selección natural totalmente asumible por la
especie.
Otros predadores naturales son los temidos mustélidos como la
garduña, la comadreja o el armiño, eso sin contar con esos gatos
asilvestrados o domésticos que se han aficionado a cazar fácil con sólo
trepar hasta una tronera. “Si entra un bicho de estos, las palomas
acaban por largarse; tienes que limpiar bien y encalar, porque si huelen
algo no te vuelve a entrar ni una”, apunta Basarte.
Igual de temida entre los colombófilos es la rata común que, una vez
encuentra el nido, no duda en matar y alimentarse de los tiernos
pichones, con un agravante: la rata es capaz de matar decenas de
ejemplares jóvenes de paloma para ingerir una cantidad ridícula de
carne, al estilo del comportamiento del lobo con respecto al rebaño de
ovejas.
Como los palomares están ubicados en campo abierto es también muy
común la visita de pequeños roedores del tipo topillo de campo, más
cuando se producen esas explosiones periódicas tipo plaga. Ahí es cuando
entra en escena una especie amiga-colaboradora de las palomas: la
lechuza (Tyto alba). La gente piensa que las lechuzas comen pichones,
pero nada más lejos de la realidad.
La recién nombrada en este 2018 por la Sociedad Española de Ornitología (SEO-BirdLife) como Ave del Año se
alimenta en un 90% de roedores, controlando precisamente las plagas que
arrasan el campo en determinadas temporadas. También conviene apuntar
que las lechuzas no atacan a las ratas, de no ser que se trate de
ejemplares jóvenes.
El silo de Cea, 'nido' de palomas. Imagen: Yolanda Rodríguez
Las propias palomas suponen también un problema en sí mismas. Esa
carencia de alimento en el campo abierto, de grano, tal y como se ha
apuntado anteriormente, provoca que los bandos de palomas se concentren
en naves agrícolas, en granjas, establos o apriscos de ganado que se
alimentan a base de cereal o de pienso, precisamente en busca del
alimento ‘fácil’. El hambre agudiza el ingenio, dice el refrán. Pero,
claro, esto justifica la ira de los ganaderos que tienen que recurrir a
la colocación de trampas o a contratar empresas especializadas que hacen
lo posible para ‘deshacerse’ de las molestas aves que diezman el
alimento del ganado estabulado en un porcentaje nada desdeñable.