ETNOGRAFÍA
Palomares utópicos en tiempos distópicos
Irma Basarte y José B. Ruiz completan su obra sobre ‘Palomares singulares de España’ con un monográfico que resume la riqueza de Castilla y León en 500 fotos.
Un palomar que se alza sobre un campo en plena explosión de la primavera en Fáfilas es la puerta de entrada a la segunda parte de ‘Palomares singulares de España’. La magna obra de la investigadora leonesa Irma Basarte y el fotógrafo valenciano José Benito Ruiz recorre las nueve provincias de Castilla y León a través de estas singulares construcciones que fueron uno de los en la economía agraria y de subsistencia de España durante siglos y ahora, en una cantidad demasiado abultada, corren el riesgo de desaparecer.
La utopía de los palomares cierra el círculo, aunque la espiral de documentación seguirá viva. Todo empezó en Santas Martas en 2010, cuando Irma Basarte y Miguel Pastrana se enamoraron de un palomar de Santas Martas y se propusieron comprarlo y restaurarlo. La empresa no fue fácil. El dueño del palomar no era propietario de la finca, por lo que tuvieron que comprar la tierra y el edificio. Cuando ya todo parecía encarrilado, se les cayó una pared del palomar.
¿Qué más podía pasar? Pues que la restauración se culminó felizmente y hoy es uno de los pocos palomares con palomas que existen en la provincia de León. La Asociación de Amigos de los Palomares se encargó de poner esta primera piedra —o mejor dicho, adobe— de la utopía leonesa de los palomares.
Irma Basarte se ha empleado a fondo en la tarea. Durante estos tres lustros ha inventariado los palomares de la provincia de León, más de 1.300 en 2017, aunque probablamente queden en pie algunos menos. La utopía recibió otro impulso en 2012 cuando un matrimonio holandés, Hanneke y Ruud Loman, se puso en contacto con la asociación con el interés de restaurar un palomar. Y así se rescató del olvido el que perteneció al monasterio de Carracedo, se consiguió poner a nombre del Ayuntamiento de Carracedelo y fue restaurado con 24.000 euros. Decenas de palomas crían en sus nidales. Es el palomar más antiguo de la provincia y se rehizo en 1769.
La utopía de Irma se cruzó con el ojo de José Benito Ruiz en un curso de fotografía en el que quería perfeccionar su técnica. Se propusieron recorrer España y capturar con el objetivo lo que queda de este patrimonio singular.
De la rica Andalucía, en cuestión de palomares, a la escasez de estas construcciones en Navarra, de las que solo hallaron testimonio en algún castillo. De las cuevas de Alcorisa a los hórreos de Galicia, o los palomares urbanos que hubo en ciudades como Barcelona o Valladolid, pero también en León, coronando los famosos urinarios conocidos popularmente como ‘Mezquita de Ben I Mea’, como apunta Jesús Celis en el primer tomo, publicado en primavera, «no existe construcción popular con tal riqueza de formas, variedad de materiales autóctonos y de expresividad plástica».
«Pocas veces con tan poco se ha conseguido tanto», anota Celis. A lo que Irma Basarte añade: «Hoy en día no solo no somos capaces de hacer algo igual, sino que ni siquiera somos capaces de conservalos». Pero las utopías no se detienen en los lamentos. «El progreso consiste en seguir haciendo de la utopía una realidad», subraya.
El primer tomo de ‘Palomares singulares de España’, con más de 700 fotos, llegó en primavera con una foto invernal y el segundo acaba de aparecer, a las puertas del invierno, con una imagen primaveral. Los palomares de Castilla y León, con más de 500 fotografías, ocupan todas las páginas. «Los palomares forman parte intrínseca de la tradición» en sus nueve provincias.
Ávila es la que menos palomares ha conservado, aunque destaca por el palomar de Santa Teresa. En Burgos, predomina la mampostería aunque hay ejemplos de barrio en Iglesiarrubia y Villalmanzo. En León destaca el uso del barro, excepto en las zonas más montañosas como Montaña Central, Omaña y Cabrera. Los conjuntos de Galleguillos de Campos, Robledo de Losada y palomares muy singulares como el de Mansilla de las Mulas son los más destacados.
Palencia conserva muchos palomares con gran uso de barro. Los conjuntos de Villacedaler, Torremormojón, Támara de Campos o Boadilla del Camino son los más apreciados, al igual que palomares singulares en Santoyo, Astudillo, Monzón de Campos o Castrillo de Don Juan. En Salamanca hay ejemplos de barro y mampostería. El conjunto más curioso es el de Pozos de Hinojo por sus cinco palomares cilíndricos, dicen Basarte y Ruiz y también se distingue esta provincia por los palomares de planta hexagonal, como el Casasola de la Encomienda, los dos de Doñinos de Salamanca o el de Florida de Liébana.
Valladolid tiene «muchos y bellos palomares», con gran uso del barro y complejas cubiertas en varios niveles. Los conjuntos de Barcial de la Lomba y Melgar de Arriba son los que más llamaron la atención a Irma Basarte y José B. Ruiz. En Zamora se han fijado especialmente en los de Otero de Sariegos, Villafáfila, Villarrín de Campos o Villamayor de Campos.
En Segovia, la riqueza de palomares es «inabarcable». Destacan los conjuntos de Estebanvela, Barbolla, Languilla o Moral de Hornuez. Soria sobresale por la variedad de formas y el conjunto de Yelo con sus «curiosas cruces e inscripciones religiosas». La antigüedad de los palomares se muestra en esta provincia con el conjunto rupestre de las Cuevas de Ayllón.
«Buscábamos la esencia del palomar y nos hemos centrado más en lo bonito que en la ruina», aunque también hay fotos que ilustran como la tierra vuelve a la tierra. La utopía sigue viva en tiempos distópicos. Tiene proyectos de exposición en Holanda y en Francia y la esperanza de que más gente se anime a conservar su palomar y que Gordoncillo sume a su oferta cultural el centro de interpretación del palomar en León.
Publicado en Diario de León